recuerdos...

 

 

infusionaba el aceite mezclado con mantequilla, con hojas de laurel y ajo laminado...

 

algunas veces mandaba al horno los perfectamente cortados cuadrados de polenta y los rociaba con el perfumado óleo, para luego de sacarlos, espolvorearlos con queso semiduro recién rallado... y otras, los freía hasta dejarlos maravillosamente crujientes por fuera y tiernos por dentro...

 

y no podía -en mi niñez- procesar la incorporada sabiduría que le daba la solvencia de su accionar en la cocina: solamente sentía, en la comisura de mis labios, ese esbozo de sonrisa que otorga la cercanía de la degustación del manjar, que poseía el doble sortilegio de rescatar del remanente de una ingesta que respondía a los escasos ingresos en un hogar donde existían muchas carencias... y que no era otra cosa (ahora lo veo yo) que la aprobación y admiración de mi parte, ante tanto prodigio...

 

y permanece en mi memoria como en los recónditos espacios tibios de mi corazón, el sabor y el legado de su natural don de la cocina, lo inmaculado de sus bordados y tejidos, en sus ravioles de ricotta,… como en la perfección de la turgencia de sus buñuelos de naranja,…, y tantas otras cosas...

 

y esos recuerdos me llevan a reflexionar, a la hora de confeccionar estas formas de polenta, intentando seguir la misma ruta que su momento sus ancestros tomaron, acerca de mi continuidad por el camino creativo,… quizás con el privilegio y sin tanta cuota de dolor, vivir de una manera un poco más serena, recreando y sublimando el sabor,… consciente y con la intención de conservar siempre la esencia, a manera de rendir homenaje a su memoria...

 

en Miami, a los 22 días del mes de Febrero del 2022