Sopa de Lechuga

 

la segunda experiencia con la lechuga que quiero compartir, es una sopa crema, donde ella es la protagonista, casi diría, de manera accidental.

 

hace muchos, pero muchos años, en Uruguay, un día tenía que preparar la cena y me dieron ganas de hacer una sopa de espinacas.

 

continuaban siendo épocas de escasez y las espinacas no se encontraban con facilidad y las que había eran costosas.

 

lo que recuerdo es que en la parte de los vegetales en el refrigerador, se encontraban un par de lechugas mustias a las cuales, en un golpe de coraje, me zambullí sustituyéndolas por aquéllas.

 

no perdía mucho intentándolo, más que unos ingredientes económicos y con la esperanza de que por lo menos, quedara aceptable.

 

la receta original que seguía estaba detallada en el libro del Crandon (volumen que me acompaña de casi toda la vida y que consulto permanentemente y creo haber referido en alguna que otra elaboración).

sin demasiada consciencia por aquellas épocas del sentimiento de pertenencia al ámbito gastronómico (a pesar que le daba muy seriamente y con entusiasmo) siguiendo los lineamientos básicos, fui construyendo la sopa.

 

el resultado fue mucho más que satisfactorio, es más: quedó guardado en el rincón de los recuerdos gustativos y vaya a saber porqué, esperó hasta el preciso momento en que decido hacer homenaje a la lechuga, para resurgir como el ave Fénix.

 

y anoche me dormí con la ilusión que los recuerdos no me jugaran una mala pasada, porque en la elaboración que el tiempo y la distancia a veces se maneja, las cosas se distorsionan y nos olvidamos que, en el proceso de evolución (y no me estoy refiriendo a juicio de valores, solamente al devenir de uno mismo, como ser humano) las percepciones cambian y muchas veces queremos que se mantengan intactas.

 

así que, una vez finalizada la receta, con temor caté e hice catar.

 

y al hacerlo, me vino a la memoria exactamente la cocina de la calle Chucarro, los azulejos de color azul claro y la cocina de la Compañía del Gas de mi niñez y las ollas Aluminio Mariposa y el momento justo de entrecerrar los ojos para concentrarme en el placer que me producía paladearla... y me sentí feliz.

 

tela de araña la vida del hombre... dijera Humberto Nazzari…

 

 

 

———————————-

The second experience with lettuce that I want to share is a cream soup, where it is the protagonist, I would almost say, accidentally.

Many, but many years ago, in Uruguay, one day I had to prepare dinner and it made me want to make a spinach soup.

they were still times of scarcity and spinach was not easily found and those that were expensive.

What I remember is that in the part of the vegetables in the refrigerator, there were a couple of musty lettuces to which, in a stroke of courage, I plunged them replacing them with those.

I didn't lose much trying, more than some very cheap ingredients and hoping that at least it would be acceptable.

The original recipe that followed was detailed in El Libro del Crandon (recipes book that accompanies me for almost a lifetime and that I consult permanently and I think I have referred to in some other elaboration).

Without too much awareness for those times of the feeling of belonging to the gastronomic field (although I gave it very seriously and with enthusiasm) following the basic guidelines, I was building the soup.

the result was much more than satisfactory, it is more: it was kept in the corner of the taste memories and go to know why, waited until the precise moment in which I decide to pay tribute to the lettuce, to resurface like the Phoenix.

and last night I fell asleep with the illusion that the memories would not play me a trick, because in the elaboration that time and distance is sometimes handled, things are distorted and we forget that, in the process of evolution (and I do not I am referring to judgment of values, only to the evolution of oneself, as a human being) perceptions change and many times we want them to remain intact.

So, once the recipe was over, I was afraid and tasted.

and in doing so, exactly the kitchen of Chucarro St., the light blue tiles and the kitchen of the Gas Company of my childhood and the Aluminum Mariposa pots and the right moment of squinting to concentrate on the pleasure that made me taste it ... and I felt happy

 

spider web the life of man ...  Humberto Nazzari said ...

Buñuelos de Lechuga

no me defraudó el sabor que estaba esperando reencontrar desde hacía ya ni me acuerdo cuánto tiempo.
los buñuelos de lechuga son tan, pero tan ricos, que me arruga un poco el hecho de poder prepararlos (y sobre todo comerlos) por el tema de las frituras, por el recuerdo del aceite que destilan, más allá de las técnicas que día a día aparecen para que no queden "enchumbados" con el oleoso líquido.
pero el protagonismo de este capítulo quiero dárselo a la lechuga, por asumir la defensa siempre de los seres más ignorados, los que aparecen como secundarios, pero siempre están y si bien son necesarios, como en este caso, nadie les ofrece un papel protagónico a la hora de la representación de la obra, por eso asumo este homenaje.
en primer lugar, en el papel que juega en la confección de los buñuelos, tan típicos y tan cotidianos (sobre todo por aquellas épocas en que era niño), acompañando un churrasco o milanesas, o con pescado, como complemento a medio camino entre la sopa y el puchero.
una de mis ensaladas favoritas es la que combina papas, huevo duro y lechuga.
me gusta sentir el crujir del comienzo del tallo jugoso, similar al de los tallos de acelga a la milanesa (porque son parientes cercanos, no?) y la sutileza del sabor de la lechuga la comparo (si es que puedo utilizar el término) psicológicamente con el que aporta el puerro, que pierde protagonismo si se "marida" con otro vegetal de personalidad más potente.
entonces, en esta primera entrega en homenaje merecido a la lechuga (suena hasta jocoso, pero yo me lo tomo en serio),
confecciono unos buñuelos de dicho vegetal que, en su recreación, los ensamblo sobre un nido de papas ralladas (tipo hash brown o papas a la suiza) que previamente aderezadas con hierbas, sal y pimienta, las coloco en un aparato para darle forma de contenedor, para luego colocarle la mezcla clásica de buñuelos (sin nada de leche o agua, creo que eso ayuda mucho a que no absorban aceite) y los frío hasta que toman un color dorado parejo (debo de decir que los termino en el horno, igual que la tortilla, porque sino la mezcla en el centro no se termina de cocinar, cuando el exterior comienza a sobrecocinarse). 
hasta aquí mi aporte.
mañana tengo una receta sorpresa de lechuga.