Churrasco, papas y huevo frito.

Churrasco, papas fritas y huevo.
Como no sucumbir ante el recuerdo de estos tres elementos que me llevaron del presente al pasado; desde una imagen en mi trabajo, precisamente hoy, cuando estaba friendo unas papas que acompanaban unas sofisticadas hamburguesas que iban a terminar como homenaje, entre otros companeros de trabajo, a mi jefe-, en el Mandarin.
En mi casa se freian primero las papas, con bastante tiempo, porque se demoraban en su coccion (y mas, porque cada uno que venia a “corroborar” el acontecimiento, se agenciaba de un monton), para descansar en aquella asadera esmaltada moteada (cada tanto tiempo con un lunar nuevo en su borde, a causa de caidas y golpes contra la pileta de lavar), sobre un papel de astrasa, manteniendolas al horno bajo, para conservar el calor.
Seguian los churrascos sobre la plancha.
A mi, la carne que mas me gustaba, era la Aguja de 1ra., porque los churrascos de Cuadril me parecian muy duros aunque eran de mas categoria, por no hablar de las costillas sin lomo, que esas eran una maravilla.
Sobre la plancha bien caliente y con un poquito,-nomas-, de aceite, con bastante sal y a esperar ese color pardo anaranjado que se me hacia agua la boca, raspando hasta el huesito (porque la carne que esta junto a el, es la mas sabrosa).
Me tocaba ir a la escuela en el horario de la tarde, asi que muchas veces, haciendo los deberes hasta el mediodia, me distraia con el olor del churrasco y las letanias de mi madre para que terminara “de una buena vez”. para poder comer, primero, la sopa con los fideos dedales (que aborrecia, pero ese es otro tema, para no irnos por la tangente).
Por ultimo, el huevo frito (a caballo, sobre el churrasco), con su yema cremosa que esperaba paciente el embate de la competencia de las papas y de la la miga y corteza de pan (juntas, para lograr esa simbiosis de crocantez, ternura y cremosidad) que me daban vuelta los ojos.
Habia como una suerte de ceremonia para comer el huevo frito: primero los costados de la clara, en cuyas fronteras habia tambien algo de crocante, para terminar, a manera de “postre” con la misma y con el ritual del parrafo anterior. Los restos mortales del huevo se rescataban con otro trozo de pan, que se encargaba de recrear en el paladar, las noblezas de tan grande bocado.
Conjuncion maravillosa que con el tiempo fue sustituida, de alguna manera, por las milanesas (en lugar del churrasco), pero que de cualquier manera, continua manteniendo un lugar de privilegio en mi memoria y –estoy casi seguro- en la mesa de muchos de nosotros.